La figura del anciano que, como un viejo olivo, se retuerce en el camino a la consulta del médico, ilustra la función más conocida del músculo: deje que este se debilite y la gravedad empujará el esqueleto hacia el suelo. Pero eso no es lo peor: la musculatura no solo guarda la postura, el equilibrio y el movimiento, “también tiene funciones metabólicas muy significativas”, subraya la endocrinóloga y nutricionista del Hospital de La Princesa, en Madrid, Begoña Molina.
“El músculo es la principal reserva de proteínas del organismo, y es un regulador de los niveles de glucosa sanguíneos, porque la consume cuando nos movemos”, añade. Ayuda a regular la temperatura corporal —sucede cuando tiritamos—, y se comporta como un órgano endocrino muy interesante: “Lo hace a través de las mioquinas, que son unos mensajeros hormonales que establecen comunicación entre el músculo y los distintos órganos”; apunta Molina. Por ejemplo, este mediador participa en la respuesta inflamatoria del organismo.